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Desarrollo en la Primera Infancia


Desarrollo
En los primeros años de vida se forman más de un millón de conexiones neuronales por segundo, algo que no se volverá a repetir.

Según la ciencia, los primeros años de la infancia son los que marcan la pauta. Esto significa que las mayores oportunidades y riesgos se presentan cuando la vida está comenzando.


El cerebro de niños y niñas se desarrolla de un instante a otro, mientras se relacionan con todo lo que les rodea. En los primeros años de vida se forman más de un millón de conexiones neuronales por segundo, un ritmo que nunca se volverá a repetir. Las primeras experiencias y su calidad suponen un factor decisivo en el desarrollo del cerebro, ya que tienen el potencial de consolidar o debilitar la base de su aprendizaje, la salud y comportamiento para el resto de sus vidas.


La primera infancia ofrece una oportunidad decisiva para configurar la trayectoria del desarrollo integral de niños y niñas y sentar las bases de su futuro. Para que alcancen su pleno potencial, que es uno de sus derechos humanos, es necesario que sus progenitores y cuidadores les demuestren amor y ofrezcan atención de la salud y nutrición, protección contra daños, seguridad, oportunidades para el aprendizaje temprano y cuidados que impulsen su desarrollo, como hablar, cantar y jugar. Todos estos factores son necesarios para nutrir el cerebro en evolución y alimentar el cuerpo en crecimiento.


Millones de niños y niñas desfavorecidos del mundo –quienes viven en la pobreza o en lugares afectados por conflictos y crisis, en tránsito, que pertenecen a comunidades que sufren discriminación y con discapacidades no logran disfrutar de esta oportunidad.


Millones de niños y niñas no reciben la nutrición ni atención de la salud que necesitan, y crecen expuestos a la violencia, entornos contaminados y formas extremas de estrés. Pierden oportunidades de aprender y carecen de la estimulación que sus cerebros en desarrollo necesitan para prosperar. Sus progenitores y cuidadores luchan por conseguir el tiempo, los recursos y servicios necesarios para proporcionar a sus hijos e hijas una atención de calidad en estos contextos.


Cuando niños y niñas pierden esta oportunidad única en la vida, pagan el precio que supone la pérdida de potencial: mueren antes de tener la oportunidad de crecer, o carecen de buena salud física y mental; luchan por aprender y, más tarde, por ganarse la vida. Como consecuencia de ello, todos pagamos también ese mismo precio. No darles el mejor comienzo en la vida perpetúa los ciclos de pobreza y desigualdad que pueden durar generaciones, socavando la fortaleza y estabilidad de nuestras sociedades.


Cuando damos a niños y niñas el mejor comienzo en la vida, los beneficios son enormes tanto para ellos como para las sociedades que todos compartimos. Ofrecer intervenciones para el desarrollo en la primera infancia es uno de los factores más poderosos y rentables que tenemos a nuestra disposición para favorecer la igualdad y garantizar que aquellos más vulnerables consigan alcanzar su pleno potencial.


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